Rectángulo azul Gary en el barco Olas amarillas

Nuestra historia

Antonio Cruz García.

El Gary


Mientras escribo estas líneas puedo cerrar los ojos y ver el puesto de mis padres en la Plaza de Abastos de mi pueblo, Villafranca de los Barros. Recuerdo a mi padre con su característica gorra blanca de marinero, mangas de camisa remangadas, y un "¿algo más, señora?" siempre en su boca. Terminaba todas las ventas con una amplia sonrisa y un "gracias". Siempre supe que el cariño que le tenía la gente era la clave de su éxito. También recuerdo a mi madre, incansable, entre fuegos y barreños, canturreando canciones populares mientras cocía y preparaba el género que después vendían en las ferias y fiestas de los pueblos de la comarca. Aún recuerdo su canasta de mimbre a rebosar de mariscos y cómo doblaba en forma de conos esos canutillos de papel de traza que después usaba para la venta del marisco. Yo la observaba sentado en una vieja silla de madera y mimbre. No perdía detalle. Esperaba con disimulo la mirada cómplice de mi madre para levantarme de un salto y salir corriendo con algún trofeo en forma de gamba o puñado de camarones. Pero lo que más me gustaba, era el carro de tablas del que colgaban 4 bombillas y que utilizaban como mostrador y expositor en ferias, y que a mí me encantaba manejar, normalmente en calles llanas, ¡qué recuerdos! No eran tiempos fáciles para sacar adelante un negocio, pero lo hicieron. Y no solo eso. También sacaron adelante una familia, una familia feliz. Nadie les regaló nada, el esfuerzo y el sacrificio fueron una constante en su vida, pero eso no les impidió darnos a mis hermanos y a mí una educación que rebosaba, al igual que el canasto de mimbre, de cariño y valores. Mis padres son dos personas alegres por naturaleza, y tanto en el trabajo como en casa, la alegría siempre ha estado presente.

Comillas

Nací entre gambas, cangrejos y camarones. Aprendí a andar entre canastos y cajas de pescado al tiempo que aprendía un oficio de la mano de mis padres, un oficio al que se dedicaron en cuerpo y alma solo como los padres saben hacerlo.

Por eso, esta historia también es suya. La historia de mis padres: Antonio y Concepción, y de los que a día de hoy aún sigo disfrutando y aprendiendo con sus consejos

(El Gary)

El abuelo Antonio.


Aunque yo aprendí el negocio de mis padres, fue mi abuelo Antonio quien inició esta historia. Tenemos que remontarnos al año 1924. Con tan solo 15 años, una bicicleta algo destartalada y un cubo lleno de gambas y camarones, mi abuelo Antonio se recorría los pueblos cercanos entre pregón y pregón de ferias y fiestas buscando su clienta al grito de:

- ¡¡¡ Pescados El Gary !! (pregonaba)

Y es que a mi abuelo ya le conocián como "El Gary", un apodo que había heredado de su padre Pepe por el gran parecido de éste con el gran actor Gary Cooper.

Mi abuelo, éste sí que fue un valiente, no tengo la menor duda, un VALIENTE con mayúsculas... y es que hay que remontarse a aquella época para ponerse en su piel. ¿Cómo se le ocurría empezar con este negocio?, ¿Cómo se las ingeniaba para vender este producto con la mejor calidad posible? Y es que no nos tenemos que olvidar que el negocio lo empezó en un pueblo extremeño situado a más de 300 kilómetros de la costa, y en una época en la que los pocos vehículos que existían eran para las clases más acomodadas. Además, las carreteras eran escasas, interminables y tercermundistas, y el frío necesario para la conserva de este tipo de productos era inexistente.

Pero sí, lo consiguió. Consiguió que la gente buscara en las fiestas de sus pueblos al niño de la bicicleta y las gambas: El Gary.

Y aquí empezó todo, hasta hoy.

Mejor en familia

El negocio ha evolucionado y crecido en todos estos años y, al igual que mi padre y mi madre apostaron y trabajaron duro codo con codo, yo tengo la suerte de contar al 100% con mi mujer, María José; y mis hijos, Antonio José, Alejandro y María José para poder sacar este negocio adelante. Son muchas las horas de esfuerzo y sacrificio que todos dedicamos a esta empresa de tradición familiar. Hemos pasado momentos de todo tipo, y aunque suene a tópico, siempre hemos encontrado el camino correcto entre todos.

La lonja


Recuerdo a mi padre siempre diciéndome lo mismo: "El secreto del marisco, es el marisco. No importa a dónde tengas que ir a buscarlo, y debes escuchar y aprender siempre de quienes lo pescan: los pescadores. Solo así conseguirás el producto de mejor calidad y confianza". Y así llevo más de 30 años recorriendo las lonjas de Huelva y Cádiz, eligiendo yo mismo el producto aconsejado en todo momento por los mariscadores y pescadores de la zona, que son los que verdaderamente conocen y entienden el producto. También es obligatorio dentro de mis rutinas anuales subir dos o tres veces al año a la zona norte (Vigo, A Coruña, San Sebastián y Guipúzcoa) para reunirme con mis proveedores y así estar al tanto de cómo están los mercados y el producto en cada época del año. Como consecuencia de todas estas idas y venidas, he ido estrechando lazos con mis proveedores, que un principio me llamaban “el extremeño”, entre extrañados y sorprendidos de verme como pez en el agua entre mariscos y pescados, para conocerme actualmente como “el Gary”, y esbozar una sonrisa inevitable cada vez que me ven llegar. En todos estos años he llegado a convertir a algunos de mis proveedores en verdaderos amigos, de los que me fío sin dudar. Me acompañan en todo el proceso de compra, y con un solo gesto que me hagan, ya sé que decisión he de tomar, si el producto merece la pena o no, si el precio es adecuado, si tengo que comprar o mejor esperar… en definitiva, los considero un factor clave para mi negocio y por eso solo puedo darles las gracias a todos ellos.

Los clientes


Y como no podía ser de otra manera, en todos estos años de negocio familiar, el pilar más importante sois vosotros: LOS CLIENTES.

Tengo clientes a los que he visto crecer comprándome mariscos, primero acompañando a sus padres, para después acabar viniendo con sus hijos. También tengo clientes de los que se llaman "fieles", y que no pasa un fin de semana sin que se encarguen su correspondiente ración de gambas. Y los clientes de "ocasiones especiales", los que no dudan en comprar una buena mariscada para celebrar cualquier ocasión especial. Luego están esos clientes que vienen por primera vez, y que normalmente vienen aconsejados por esos otros clientes, "los fieles".

He de decir satisfecho que normalmente estos clientes que vienen por primera vez, luego se convierten en "clientes fieles". Me gusta mi clientela, e independientemente de lo que compren y la frecuencia con lo que lo hagan, me gusta recibirlos con alegría, y si puede ser con alguna de mis ocurrencias divertidas, mejor. Al final, intento hacer lo que mi padre y mi abuelo hacían, conseguir clientes satisfechos para convertirlos en amigos satisfechos.

Gracias a todos.

Tradición familiar


Después de escribir estas líneas, me he dado cuenta de que lo que me gusta es la relación con la gente, ya sea mi familia, mis proveedores, mis clientes o mis amigos. Y quizás sea esto precisamente lo que ha transformado un apodo, "El Gary", en una marca que lleva más de 90 años de tradición familiar, desde 1925 hasta hoy. O quizás el escreto es solo mi producto, ¿tú qué crees? Conócenos, pruébanos y sal de dudas.

Buen provecho.